Año 1995
Concretamente, el 28 de febrero, Valcárcel Medina adopta la decisión de realizar una recopilación histórica, siendo éste, lógicamente, el primer capítulo que se redacta. El propósito elemental con el que se afronta esta tarea es el de hacer historia, en la interpretación más legítima y literal de la expresión; sin perder de vista, bien entendido, que «todo lo que no ha tenido lugar es el trabajo del historiador», en palabras de J.L. Godard. Por otra parte, la empresa (para quien, en principio, detesta la historia) ha de ser tomada como una terapia aplicada a sí mismo -recordatorio de que todo es materia de arte- y, también, como un paso para sanar al arte de su autarquía.
Sin salir de este mismo 1995, aunque un poco después, el 17 de marzo, el autor decide, dentro de lo posible, desconectarse de la «información de actualidad». Considera que esta actitud no contradice el principio de que el momento histórico es la fuente de todo arte, ya que la información como glotonería es una capa que oculta la realidad contemporánea. O sea, que la redacción de la historia pasa a ser la actualidad. Aún más tarde, en abril de 1996, fue decidido el título de este trabajo: 2.000 d. de C., acogiéndose al sistema del «antes» y el «después» que entró en vigor en 607, con la exclusión del año 0. Por último, en 1997, aun siendo evidente la inadecuación del punto en 2.000, (ver año 1666) no se podía renunciar a que ese número se refiriera a una cantidad de ejemplos históricos (casi nunca ejemplares, por lo que se iba viendo)1. Entonces, para resaltar más la abundancia de puntos, se decidió sustituir C. por J.C., como antes se hacía. Pero se impone una reflexión postrera (postrera porque la añado casi seis años más tarde) que arriesga invalidarlo todo: ¡Para cuándo esa historia de lo no hecho! Y ahora, a pesar de que el mismo Godard apostilla: «Podemos hacer cualquier cosa, pero no podemos hacer la historia de lo que hacemos», quiero pensar que el resultado no sea una obra de historia, sino una historia de obra, como seguramente habrían de llegar a pensar los aguerridos editores que, con el tiempo, iban a publicarla, haciéndome una gracia inesperada e impagable.
1.Lamentablemente, ya estaba vedado el título de Libro de los ejemplos (Kitab al’ibar) que Abd-ar-Rahman Abu Zayd ibn Muhammad ibn Muhammad ibn Jaldun (Ibn Jaldún) puso en el siglo XIV a su historia universal.