INTONSO

Isidoro valcárcel medina

un libro para deshojar despacio

Puestos a fabricar un libro, en el más ancestral de los sentidos, habría que enmarcarlo en imágenes que nos retrotrajeran, por ejemplo, a la época de los plegados no guillotinados, lo que se llamaba los “intonsos”, los no cortados. Tanto como hablar de abrecartas que secciona los dobleces… y sobre todo y primordialmente, del lector que se agencia, con su esfuerzo, la legibilidad.

Una vez tomada esta opción, qué duda cabe de que lo contemporáneo reclama otros requisitos que, en aparente paradoja, nos llevan hacia atrás. Es así como se plantea un modelo libresco que no admita, por imperativos de manejabilidad, la versión digital; que en una nueva-vieja palabra, sea antielectronificable.

En nuestro caso, los arcanos de lo visible y lo invisible, de lo tangible y lo inalcanzable, de lo descubierto y lo frustrado nos hacen desembocar en un ámbito de decisiones fatales que, siempre, han de costarnos caras, incluso en el terreno económico.

Que un libro no nos consienta ni la contemplación ni el uso descomprometido es dato a tener en cuenta en tema tan cuestionado en el arte como es el del espectador.

Y ahí viene un aspecto fundamental: ¿Es “Intonso” un algo a favor o en contra del espectador? O más aún: ¿Debe ser lo irreversible de un camino razón suficiente para no emprenderlo? Tal vez todo ocurra porque seguimos sin querer percatarnos de que ninguna ruta emprendida se puede deshacer impunemente.

La pretensión de nuestro intonso es tan sólo que esa última evidencia la aceptemos después del raciocinio.

Cortar o no cortar; arrancar o no arrancar; ver o no ver; disfrutar o no disfrutar… en cualquier caso, bastante más leve que ser o no ser.

Isidoro Valcárcel Medina